Desde tiempos remotos la humanidad ha necesitado alimentarse, reproducirse y como no, descansar sobre un lecho cómodo al caer la noche.El primer colchón de nuestros atávicos antepasados eran simples hojas secas y pieles de animales que utilizaban para aislarse del frío del suelo sobre unas maderas, de esta manera fue como los hombres primitivos se dieron cuenta que un buen aislamiento térmico les ayudaba a conciliar mejor el sueño y a descansar mejor también con la ayuda de un buen fuego.
Conforme fue avanzando el progreso humano, en las diferentes épocas el colchón fue mejorando las vidas de las personas, desde romanos que ya utilizaban en sus camastros rellenos de plumas hasta el renacimiento donde utilizaban plumillas finas y otros rellenos como el algodón embolsados.
Desde la aristocracia que naturalmente disponían de las mejores calidades hasta la población menos pudiente podían descansar con cierta comodidad, incluso también cuando hablamos de un entorno hospitalario, donde el paso del tiempo y sus mejoras han podido dar muestras de ello.
Cuando los hospitales se convirtieron en centros de salud generalizados para la población a consecuencia de las guerras y las pandemias, el colchón hospitalario fue adaptándose al progreso técnico del mobiliario, tales como las camas o los quirófanos, que al principio eran sencillas y fijas y precisaban de almohadones extras para hacer reclinar a los enfermos.
De esta manera podemos decir que el colchón hospitalario ha ido muy de la mano de la evolución de las camas según el tipo, siendo oficialmente el origen de su definición la propuesta por la American Hospital Association, una de las agrupaciones nacionales de hospitales más prominentes del mundo desde hace poco más de medio siglo, ha señalado que el término cama, además de referirse a dicho enser, abarca también a las cunas en pediátricos para atender a los pacientes ingresados.
En la historia de las camas ha habido hasta picaresca, por nombrar dos anécdotas tenemos que allá por el siglo XVIII hubo dos personajes relacionados con las camas y los colchones hospitalarios, como fue Alessandre Cagliostro (1743-1795), conocido como Giuseppe Bálsamo, nacido en Palermo, Italia, fue un aventurero famoso, farsante, chantajista y “médico”, que vendía camas que “hacían los partos indoloros”; el otro personaje fue James Graham (1745-1794), en Londres, de quien se conocía poseía el “Templo de la Salud”, donde existía la “cama celestial”, en la que las parejas podían concebir ante problemas de esterilidad.
A principios del siglo XX, los principales fabricantes de camas y colchones para hospitales han tenido que seguir las normas técnicas en cuanto a las dimensiones, en altura, anchura, así como en la calidad de los materiales que poco a poco ha ido mejorando considerablemente para asegurar las necesidades y una recuperación más cómoda y rápida de los pacientes en los hospitales.
En nuestros días las exigencias médicas y sanitarias han hecho de los colchones hospitalarios un enser médico seguro, gracias a que son ignífugos permanentes, pero además las fundas que los recubren comportan una protección extra hipoalargénica y antibacteriana para la piel.