La situación actual del mercado de materias primas es complicado, haciendo que dentro del sector del colchón ignífugo, un producto muy necesario para hospitales, hoteles, barcos y otros lugares públicos de estancia se ve afectado como casi la mayoría de los demás sectores. El año de la pandemia 2020 que fue donde más se padeció los confinamientos a nivel global, produjo una mayor demanda para ampliaciones y arreglos de viviendas, así como el cambio y renovación de colchones.
Muchos hospitales han tenido que incrementar la atención al paciente con más recursos durante la pandemia, no solo en cuestión de personal sanitario, como médicos y enfermeros, también en personal de limpieza para higienizar las superficies que están en constante contacto, entre ellas los colchones, camas, baños, puertas, etc…
Tanto los colchones con espumas de poliuretano como otros materiales derivados del petróleo contaminan y están sujetos a la economía globalizada que acaban por encarecer los productos de manera inexorable. Entre otras razones de peso está la deslocalización de la producción, que acaba por contaminar el medio ambiente por los largos procesos de logística que a veces conlleva.
Por ello la sostenibilidad es un término que conlleva elegir unos productos en lugar de otros teniendo en cuenta la huella ecológica que estos dejan en nuestro planeta. Materiales como el algodón y el látex natural, son productos ecológicos que contribuyen a una fabricación menos invasiva y por otro lado ayudan a las personas a mantener la piel más protegida.
Al reciclar colchones se pueden recuperar materias primas como: El poliuretano, ”la esponja”, se puede desmenuzar mecánicamente para fabricar relleno, aislantes o para la elaboración de subproductos mediante la compactación con adhesivo. Como cualquier otro producto el colchón tiene una vida útil y termina por convertirse en un residuo que pocas veces en la vida nos tenemos que plantear su reciclaje debido a la larga vida de este producto. Este residuo voluminoso contiene materiales que se pueden reciclar, como el acero de los muelles, la tela que lo recubre o las espumas que lo componen.
En el caso de las fundas y recubrimientos de los propios colchones el algodón orgánico es muy aconsejable para personas con problemas de piel, al contrario de lo que ocurre con el cultivo del algodón habitual, que además es dañino para nuestro planeta por el uso de productos agroquímicos. Según el centro de comercio internacional, casi el 9% de los pesticidas, el 8% de los fertilizantes químicos y cerca del 20% de los insecticidas que se consumen en el mundo están destinados al cultivo del algodón.